viernes, 28 de enero de 2011

Estamos juntos en esto.

Hace poco que te conozco, y admito que jamás sospeché que terminarías siendo tan importante en mi vida. Tampoco descubrí el motivo de por qué lo sos. Pero fue uno de los mayores gustos haberte conocido. Incluso ya formás parte de ese grupo de personas que sé que nunca podré olvidar. Sos el único que con su discurso, su forma de hablar pudo lograr sacarme mis enojos en esos momentos de importante chinchudismo.
Siempre me sorprendió la paciencia que me tenés, hubo un par de veces que hasta yo me hubiese mandado a la miércoles, pero no lo hiciste, y eso, en su debido, correcto o apropiado momento no lo supe apreciar, pero ahora (y aquí) que me detengo a pensar un poquito en esta amena relación, que, aunque resulte extraño decirlo, recién está comenzando, por más que sienta que todo comenzó hace años.

No creo conocerte mucho como persona, sospecho que es sólo una pequeña parte la que, por ahora, he percibido en estas amables y cálidas temperaturas del verano; tan ansiado y esperado, y que con tal rapidez va pasando... Y cuando llegue el colegio! Espero no verte muy chinchudito y que podamos seguir jodiendo como hasta ahora lo hicimos y tan bien nos está saliendo, o por lo menos, desde mi humilde opinión, eso es lo que creo.
Pensar que esta entrada se hubiese llamado “Te veré allí “, y jamás podría haber contado con la profundidad que ahora a este escrito le trato de dar. Hubiese contado, entonces, con reiteradas explicaciones acerca de lo que la amistad se trata. Pero me alegra en grado sumo haber cambiado todo aquello, que con falsas poesías admito que empezaba, para haberle dado una nueva resolución a esta casi fracasada entrada. Me atrevería a decir que vos fuiste la solución.

Te imaginarás cómo lamente los hechos desafortunados de ayer… Aquellos que conllevaron a una nueva locura, un nuevo desasosiego, una nueva frustración, que a cuestas intento sobrellevar, en estos apacibles momentos del mediodía (hubiese preferido decir “de la mañana”, pero varias cosas me impidieron que la mañana haya sido para reescribir la belleza que un infortunio me robó).
Me arriesgaría al decir que ayer fue la primera vez que al escucharte a través del teléfono, (que en incontables veces se quedaba sin batería, más esta madrugada no fue la excepción) realmente te escuché y fui consciente de con quién hablaba, quién estaba escuchando en aquellas horas, (mientras el sol comenzaba a vislumbrar sus primeros rayos y los pajaritos cantaban sin equivocarse de horario) mi retahíla de tristezas y fracasos, también mis chistes y mi risa; compartiendo todas aquellas cosas que conforman una amistad; el jolgorio y también el consuelo.

Espero que haya sido esta (también, dentro de lo posible) una buena resolución a una entrada que comenzó con fastidios y variadas interrupciones, pero que ahora concluye revelando lo importante que hace tiempo empezaste a ser para mí.
De modo que intuyo que a esta altura del partido sabrás a la perfección de quien pude haber estado hablando todo este tiempo.
Del chinchudito ideal, el que nunca por nadie podría cambiar...

Jaa… ¿Quién otro sino?

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