viernes, 26 de agosto de 2011

Experiencia de vida.

En mi convaleciente situación de una típica enfermedad de invierno, me detuve a pensar un rato durante la fatídica conversación poco interesante de la sobremesa de hoy. Me pegué una subrepticia escapada y aquí me encuentro.
Durante el día de hoy y de ayer volví una y otra vez al mismo tema: el disfrute de aquellas pequeñas cosas; a su vez pensé en el correcto e incorrecto actuar de los padres en general y me pregunté si ellos ya tienen por sabido todas estas cosas que anduve pensando. Una vaga ilusión me dijo que sí, que ya lo han pensado o que se lo han planteado desde otro punto de vista.
Sería de mi agrado que ellos leyeran esta entrada y que compartieran sus opiniones conmigo.

Aquí voy, no os asustéis: Reflexioné acerca de la poca conexión de los hijos con sus padres, ¿a qué se puede deber esto? A la falta de conversación y entendimiento. Ya varios casos así se me han presentado (ojo que no soy ninguna psicóloga recibida con honores) y recordé mil veces este planteamiento. Nadie me hizo caso.
A mi parecer, todos los padres quieren lo mejor para sus hijos (frase repetida, gastada, quemada, usada, ¿despilfarrada?), claro está, pero no todos saben específicamente qué es lo que más necesitan, o lo saben pero no lo pueden dar por algún motivo u otro. Muchos parecen compensar el cariño faltante con objetos materiales tan pedidos y anciados por sus hijos. Opino que esa petición y esas ansias de atención no son realmente por el objeto material, sino por el cariño que aún no le dan. Nunca, y que quede bien en claro, nunca se puede compensar el cariño por un objeto por más caro y bueno que sea. Caso número 1.
Caso número 2, lo encuentro específicamente en la falta de conversación y entendimiento. No se puede llegar a un acuerdo si no se conversa, mucho menos si los hijos le tienen miedo a sus padres. ¿Cómo es que se ha llegado a este punto?. No lo comprendo, será porque no lo vivo así y busco entre mis pensamientos una respuesta a este caso, más no la encuentro. Pienso que hay padres más cerrados que otros, pero aún estos tendrían que poder conversar y entender a sus hijos. ¿Es la falta de confianza la que produce este quiebre entre relaciones? ¿Cómo se puede desconfiar de la persona que te dio la vida? Me da miedo de sólo pensarlo, ¿en quién se puede confiar entonces? Ningún amigo te puede dar las mismas enseñanzas que intentan dar los padres, por el simple hecho de que no tenemos la misma experiencia de vida.
Quisiera encontrarles una solución rápida y definitiva a estos casos, pero sé que de mí no depende, aunque espero que esto algún día le ayude a alguien y que los padres se den cuenta de que el disfrute no está en los objetos materiales que a sus hijos les puedan comprar, sino en las vivencias del día a día, es decir, la cotidianeidad, las pequeñas cosas: una sonrisa, un abrazo, el café del desayuno, el beso de las buenas noches y el deseo de dulces sueños.


sábado, 6 de agosto de 2011

Jóvenes sinsentidistas

En esta casi finalizada mañana de sábado me dedicaré unos minutos a detallar un tema que me viene preocupando hace un tiempo.
"Es un tema de decisiones"-solía decirle a mi antiquísimo camarada y es en quien me baso para realizar esta fatídica entrada.

Me pregunté una y otra vez por qué a la gente le cuesta decidirse tanto con cosas que se suponen que son sencillas, como por ejemplo arreglar para verse con un amigo: algo que debería ser bastante sencillo y agradable se termina convirtiendo en una pesadilla llena de complicaciones. Complicaciones que, para mi punto de vista, ya dejan de tener sentido alguno, que son en vano, al pedo, como quieras decirle.
Me parece entonces que hoy en día las pequeñas cosas lindas y sencillas dejaron de existir como tales, sino que todo se convirtió en una enorme masa de problemas sin resolver y sin ganas de resolver, a nadie le interesa nada más que sí mismo, y eso se refleja en miles de formas y tratos de la gente.
Pero hoy me voy a dedicar a los jóvenes que no saben lo que quieren, que no se deciden por nada, ni en las decisiones que deberían ser muy simples. Es cuestión de que tomen la iniciativa de controlar ellos mismos su vida, buscarles el sentido a la vida y hacer realmente lo que desean hacer y no lo que están obligados a hacer. Porque, me pregunto, ¿de qué sirve hacer algo que uno no quiere hacer, haciéndolo entonces de mala gana y con cara de odio?, ¿por qué sienten que tienen que hacer aquello que les obligan sin hacer valer primero lo que ustedes quieren?
Un poco de autocontrol, elijan por sí mismos, no se dejen gobernar por nadie más, porque su vida es suya y nada más que suya. "La vida es corta y hay que disfrutarla" decía mi tan querida Tía (que en paz descanse). Y mucha razón tuvo, si uno no disfruta de lo que tiene, ¿para qué lo tiene?. A esto quería llegar, a este mensaje de disfrutar la vida más allá de todo, disfrutarla con un sentimiento de libertad, y hacer sólo lo que uno quiere hacer, sobre todo si se trata del fin de semana! Ya bastante que vamos obligados al colegio y no todas las veces se la pasa muy bien por razones obvias llamadas pruebas y estudios y trabajos que uno casi nunca tiene ganas de hacer (y me incluyo en ese grupo). Entonces, ya existe la obligación del colegio, llega el fin de semana ¿y también vas a seguir haciendo cosas que no te gustan y no tenés ganas?. ¿Para qué?. La adolescencia se pasa más rápido de lo que pensamos y si no disfrutamos ahora de este tiempito de pavear que tenemos todos los fines de semana, ¿cuándo lo vamos a disfrutar entonces?